Prologo:
Llovía a cantaros
en medio de truenos y relámpagos en aquella noche de otoño rumano, el camino
era rasposo, peligrosamente resbaladizo
y pedregoso, el sendero por donde circulaba la mujer con capa largar se hallaba
entre una pared rocosa y un acantilado al borde del salvaje mar. Ella corría
con un pequeño e inerte bulto entre los brazos, aferrándolo a su pecho y
protegiéndolo de la lluvia, era un bebé.
Entre el chapoteo,
los chasquidos, el resbalar de los pasos, y la salvaje respiración de la mujer,
se escuchaban rugidos y susurros predadores, la seguían muy de cerca tres sujetos
saltando de roca en roca, y por sobre la rocosa pared a su derecha se adherían
con la mirada de un fiero león que sigue a su presa con la certeza de una
casería exitosa, sus ojos despedían un intenso brillo rojizo y de sus monstruosas
bocas se asomaban un par de relucientes colmillos blancos acechantes,
moviéndose velozmente favorecían la teoría acerca de su naturaleza inhumana.
Por sobre el
resbaloso barranco innumerables charcos se formaban a la vez, haciendo
peligrosa la circulación en él y esta fue la razón por la que la joven mujer
cayo al abismo ante la desilusión y el miedo de sus persecutores, se escucho un
gemido vital, al asomarse hacia el peligro de la caída la vieron luchando
contra el destino fatal y el del lactante en sus brazos, con una mano logro
sujetarse de las raíces de lo que en algún momento de su existencia fue un
árbol y con la otra sostuvo al bebé con fuerza tal que lo despertó para iniciar
el llanto frágil y enternecedor de un pequeño que emprende hace muy poco su
camino por el sendero de la vida. Aparecieron entonces ante su visión sus
persecutores al alzar la mirada hacia el borde del abismo por el que cayó,
formaron una fila horizontal frente a ella dejando un especio en blanco entre
el segundo y el tercero, y nuevos pasos chapoteando se oyeron cuando la lluvia
se detuvo reinando el silencio.
Llego así al lugar
en medio de los cazadores un sujeto de belleza sublime, de contextura firme y
altura admirable, cuyo blanco rostro delgado era enmarcado por una cabellera
negra azulada como la noche misma y fijaba sus eléctricos ojos azules en la mujer en el barranco con una
mirada repleta de vanagloria y majestuosidad.
-Te dije que esto
pasaría si intentabas escapar con Leonardo y Elena… -dijo con una vos calmada,
masculina pero delicada.
-vi… vi lo que
escondes debajo de la biblioteca, descubrí tus secretos, Dante- dijo la mujer
de vos temblorosa, con una mirada mezclada con miedo y odio.- eres un verdadero
monstro-
-entrégame a
nuestra hija y te aseguro que ambas vivirán…-
Ella no tenía
muchas opciones, la raíz comenzó a ceder con el transcurso de tiempo pasado así
que haciendo a un lado sus miedos instintivos obedeció desconfiada, alzo a la
bebé con todas sus fuerzas, cuan largo era su brazo y poderosa su
determinación, uno de sus hombres la recibió, cuando esta llego a los brazos de
la aparición en carne propia del dios Zeus y el pequeño ser dejo de llorar,
este la descubrió de la manta que la cubría y lentamente ella abrió lentamente
sus ojos, eran de un bello color índigo en contraste de sus cabellos negros
como los de su padre, el hombre sonrió y se mordió la muñeca de la cual cayo un
hilo de sangre que sirvió de alimento para la infante, sus ojos se tornaron
ahora de un suave rosado carmesí y se durmió en brazos del sujeto; el hombre
emitió una risa para si mismo y miro de alto a la mujer.
-mátenla-
-adiós Elena- se
llevo estas palabras la mujer con un suspiro…
Los hombres de ojos rojos se acercaron aterrorizantes, pero ella sonrió y cerrando los ojos se dejo caer tras soltarse, perdiéndose entre las olas a las faldas del abismo, Dante se llevo al bebé por el sendero hacia las luces lejanas que señalaban un castillo mientras gotas comenzaron a hacer nuevamente del cielo, y así la lluvia lavó la noche cubierta de sangre.